De hombres a monstruos by Patrick Ness

De hombres a monstruos by Patrick Ness

autor:Patrick Ness [Ness, Patrick]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00


{VIOLA}

—Menudo cara dura —dice la enfermera Coyle, apretando los dientes—. Y cómo babeaba el ejército a su alrededor. Como en los peores días en que gobernaba la ciudad.

—Desearía haber tenido al menos la ocasión de hablar con los zulaques para decirles que no todos los humanos somos iguales —comenta Simone, que acaba de regresar después de un deprimente trayecto en carro desde la ciudad con las otras enfermeras.

—Todd dice que ha podido transmitir lo que realmente queremos —digo, tosiendo con fuerza—. Esperemos que sea ese el mensaje que les llega.

—Si llega, Prentiss se adjudicará todo el mérito —afirma la enfermera Coyle.

—Esto no es un juego para ver quién anota más puntos —le recuerda Bradley.

—¿Ah, no? —replica ella—. ¿Realmente queréis que ese hombre se encuentre en una posición de fuerza cuando llegue el convoy? ¿Es ese el acuerdo que estáis buscando?

—Habla como si tuviéramos la autoridad para relevar a alguien de su cargo —dice Bradley—, como si pudiéramos presentarnos tranquilamente e imponer nuestra voluntad.

—¿Y por qué no pueden hacerlo? —interviene Lee—. Es un asesino. Mató a mi hermana y a mi madre.

Bradley se dispone a responder, pero Simone se le adelanta:

—Estoy de acuerdo. —Una sorpresa atronadora cubre el ruido de Bradley—. Si sus actos nos ponen en peligro a todos…

—Hemos venido aquí para establecer un asentamiento de casi cinco mil personas que merecen no despertarse en medio de una guerra —le interrumpe Bradley.

La enfermera Coyle lanza un suspiro, como si no estuviera escuchando.

—Será mejor que salgamos a explicar a la gente por qué no hemos sido nosotros los que hemos capturado al zulaque —dice, saliendo de la pequeña enfermería—. Y si el tal Ivan protesta, le daré un puñetazo.

Bradley mira a Simone, con el ruido lleno de preguntas y desacuerdos, y de cosas que necesita saber de ella, de imágenes suyas que surgen por todas partes, de cómo querría poder tocarla…

—¿Puedes parar, por favor? —le pide ella, desviando la mirada.

—Lo siento —responde él, que da un paso atrás y sale de la sala sin decir nada más.

—Simone… —digo.

—No me acostumbro —se justifica ella—. Sé que debería hacerlo, sé que voy a tener que hacerlo, pero es que…

—Puede ser algo bueno —digo, pensando en Todd—. Esa clase de intimidad.

(pero ya no puedo oírlo…).

(y ya no tenemos ninguna intimidad…).

Vuelvo a toser, y mis pulmones expulsan una materia verde y desagradable.

—Pareces agotada, Viola —dice Simone—. ¿Alguna objeción a que te administre un sedante ligero para que puedas descansar?

Niego con la cabeza. Ella se acerca a un cajón, saca un pequeño parche y lo coloca suavemente bajo mi mandíbula.

—Dale una oportunidad —digo mientras la medicina empieza a actuar—. Es un buen hombre.

—Lo sé —contesta. Mis párpados empiezan a languidecer—. Lo sé.

Me sumerjo en la oscuridad, la oscuridad de la sedación, y no siento nada durante mucho rato, me deleito en el vacío, en la oscuridad infinita…

Pero termina…

Y sigo durmiendo…

Y sueño…

Sueño con Todd.

Está fuera de mi alcance.

Y no puedo oírlo.

No oigo su ruido.

No oigo lo que piensa.

Me mira como un barco vacío.

Como una estatua sin nadie dentro.



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